Voy
a quitarle seriedad a mi vida y añadirle un poquito más de
aventura. Dicen que los mejores momentos son los que no planeas. Y en
eso creo que estamos de acuerdo. Así que se acabaron las semanas en
las que planeamos hasta cuando bebemos agua. Se acabaron las agendas
de Mr. Wonderful llenas de cosas con un mes de antelación.
A
partir de ahora, se apuntan los planes una vez se han terminado.
Lo
tenemos todo tan organizado que no dejamos espacio para los pequeños
detalles. O ¿es que tu apuntas en tu agenda “fijarme en las
pequeñas cosas que me hacen feliz”? No, ¿verdad?
No
te voy a negar que, en esta vida tan ajetreada que llevamos, no es
necesaria cierta organización. Que me lo digan a mí, que elijo los
bolsos que me compro en función de si me cabe la agenda o no. Un
poquito de orden, vale ¡Pero no tanto!.
Nos
preocupamos tanto de que todo salga bien, que olvidamos disfrutar
como nos merecemos. Yo voto por el mismo número de horas trabajando
que riendo. Mismo número de horas estudiando que dando abrazos. Y el
tripe número de sonrisas que de lágrimas.
Somos
muchos los que vivimos pegados a las normas. Normas que nos imponemos
nosotros mismos. Hasta que llega alguien y nos dice ¿por qué no?
Parece que en verano se nos da muy bien improvisar, pero ¿y el resto
del año? ¿por qué no dormir tres horas por salir de fiesta o sacar
billetes de ida, pero sin vuelta? ¿por qué no vivir sin tantas
seriedades?
Para
todos aquellos cuya mejor amiga es la agenda.
Para
esos que llegan a mi vida y la ponen patas arriba.
Para
los que aparecen y deshacen absolutamente todos mis planes.