27 de noviembre de 2012

Texas western


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Y, una vez más, un fin de semana perfecto. Rodeada de mis pequeños. Rodeada de miradas de ilusión por conocer; de pequeñas personas que te necesitan a cada instante. De besos y abrazos de niñas de las cuales ni sabes el nombre. Con indios y vaqueros que intentan asesinarte a cada esquina. Rodeada de recuerdos de aquellos cuatro días... De ti sin salir de mi mente. El único de todos que ha conseguido colarse en mi cabeza estos días. Porque los demás...todo lo demás se quedó a las puertas de aquel pequeño poblado del lejano Oeste. Un poblado en el que no tenían cabida los móviles, ni tan siquiera los coches, ni libros, ni exámenes, ni trabajos. El único motivo por el que se permitía coger un bolígrafo y papel era para elaborar una maravillosa lista de deseos. Deseos locos que nos vuelven tan locas como ellos. Deseos que nos hacen mantener el brillo en los ojos de ilusión por hacerlos realidad. Deseos que nos hacen, a la vez, mantener los pies en la tierra y ser conscientes de lo que vivimos. Y  no puedo dejar de agradecerle a Dios que me haya dado la oportunidad de vivir experiencias como esta. Ni dejo de mirar al cielo y pensar qué habré hecho yo para tener la suerte de coincidir en este mundo con ella. B. Esa que me ha enseñado tantas y tantas cosas...Esa con la que he reído hasta acabar en el suelo. Con la que he vivido muchos de los momentos más inolvidables e increíbles de mi vida. Sin no fuera por ella...Bueno, simplemente estas letras no habrían sido escritas. Simplemente...



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